Un cuarto de siglo después, el asesinato de los ocho colegas periodistas y un guía en la remota y hasta entonces desconocida comunidad de Uchuraccay, en Ayacucho, sigue siendo una deuda no saldada de la sociedad peruana; una herida de aquella trágica etapa de nuestro país que ha dejado huellas profundas que aún no terminan de cicatrizar ni lo harán, mientras el manto de la impunidad siga mostrando sus horrendas fauces y amenazando con perpetuarse.
Han transcurrido 25 años y, sobre todo quienes tuvimos la suerte de conocer y compartir no solo jornadas periodísticas con varios de los Mártires del Periodismo peruano, sino incluso las aulas bausatinas, nos resistimos a aceptar que el paso implacable del tiempo borre de nuestra memoria esa trágica fecha, en la que nuestros colegas nos dejaron dramática constancia de que el periodismo ha sido, será y seguirá siendo una de las profesiones más riesgosas del mundo y que muchas veces su ejercicio pleno se paga con la vida.
Y lo seguiremos recordando porque, insisto, como sociedad que nos preciamos de civilizada, en diversos grados seguimos en deuda con ellos. Y es importante que esto lo recalquemos ahora que estamos viviendo momentos excepcionales en nuestro país, situaciones que derivan justamente de la época de la guerra interna que vivió nuestro país, y que según la Comisión de la Verdad, cobró más de 60 mil víctimas, en su mayoría campesinos y campesinas quechuablantes, pero también hombres y mujeres de prensa.
Hoy que la llamada globalización nos permite algunos rostros positivos, como el de la universalización de la justicia y la lucha contra la impunidad, contra las violaciones de los derechos humanos o de lesa humanidad; hoy que nuestro país ha inscrito su nombre en la historia al juzgar a quien encabezó la mafia que robó y asesinó con el pretexto de luchar con el terrorismo; hoy en que los crímenes que se creían olvidados como los que se perpetraron en la llamada Operación Cóndor surgen del pasado para exigir sanción, es también el momento para volver a levantar nuestras voces, para exigir por enésima vez, justicia para los Mártires del Periodismo, para quienes ofrendaron sus vidas en Uchuraccay por buscar la verdad, la raíz de la guerra sucia que ya se cernía sobre nuestro país.
Es importante destacar que al conmemorarse estos 25 años de la mayor tragedia que enlutó al periodismo peruano, diversas instituciones hayan programado una serie de actividades para honrar su memoria. Actividades que van desde académicas, culturales y simbólicas, en las que han participado la Escuela de Periodismo Jaime Bausate y Mesa, Alma Mater de Jorge Luis Mendívil, la Asociación Nacional de Periodistas, ANP, y la Asociación Pro Derechos Humanos. En Ayacucho también habrá otros actos conmemorativos, como en otros lugares del país.
Todos estos actos no solo deben servir pues para recordarlos y rendirles el homenaje que merecen; reitero en la necesidad de que se conviertan también en tribunas para insistir en la necesidad impostergable de exigir que este caso no quede por siempre sumido en las sombras del misterio, ni que se perennice la historia de que fueron los campesinos de Uchuraccay los asesinos, porque eso no fue así. No está demás recordar que solo del reconocimiento del delito y la sanción correspondiente podrán empezar a cicatrizar las heridas que harán que tengamos una paz duradera basada en la justicia.
Alguna vez, recordando los primeros años de aquel execrable asesinato, afirmamos que mientras no haya sanción, las tumbas de Uchuraccay seguirán siendo heridas abiertas, que claman justicia. 25 años después esas voces nos siguen interpelando, y lo seguirán haciendo mientras los responsables de su asesinato sigan ocultándose en el manto cobarde de la impunidad.
No permitir que ello permanezca otros 25 años más debería ser un compromiso como sociedad civilizada, compromiso que debemos renovar no solo con los Mártires de Uchuraccay sino también con sus familiares que han sabido cargar también estos 25 años con el insufrible dolor de reclamar justicia. A sus familiares también hay que homenajearlos y decirles que Jorge Sedano Falcón, Eduardo de la Piniella Palao, Willy Retto Torres, Pedro Sánchez Gaviria, Amador García Yanque, Jorge Luis Mendivil Trelles, Félix Gavilán Huamán, Octavio Infante García y el guía Juan Argumedo García son ya inmortales en el recuerdo del periodismo peruano.
1 comentario:
Te felicito, pocos tiene el valor para decir lo que realmente piensan y aclarar lo que paso hace 28 años.
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