viernes, 18 de abril de 2008

Fujimori y sus “generales de ley”


En las últimas audiencias del megajuicio al ayer fugitivo, luego extraditado, juzgado y ahora condenado Alberto Kenya Fujimori, han desfilado algunos de los generales que fueron parte de la corrupta cúpula que permitió el avasallamiento de ejército; de los que fueron parte de uno de los capítulos más oprobiosos de la fuerza armada nacional. Y fueron, cómo no, como testigos de descargo, es decir, llevados por la defensa del reo, para ver cómo ayudan a salvar a su jefe, o mejor dicho a sus jefes, porque creen que así ayudan también a Montesinos y a Hermoza Ríos.

Y luego de escuchar a estos generales, y verlos navegar en el mar de la incoherencia, sumergirse en los bajos fondos de su inconsistencia profesional y ética, hacer una penosa imitación cantinflesca para ocultar lo que es evidente o justificar lo injustificable, es fácil darse cuenta cómo un delincuente como Vladimiro Montesinos pudo someter a toda una institución castrense.

Qué se puede decir de elementos como César Ramal Pesantes, jefe de la División de Operaciones del Comando Conjunto de la Fuerza Armada en el año 91, ufanarse de haber aplicado una supuesta política de estricto respeto a los derechos humanos en la guerra contra la subversión, y que cuando le preguntan cómo así sucedió el crimen de Barrios Altos, solo responde “no se, desconozco”; o sobre el grupo Colina, sostener que “desconozco si eran del ejército”.

Qué decir de ese patético general Luis Rojas Neyra, jefe de la 18ava División Blindada en 1992, que cuando le preguntaron quién le dio la orden de sacar los tanques en la noche del 5 de abril, respondió que él no necesitaba órdenes, y que como “profesional de la guerra”, al escuchar el mensaje golpista de Fujimori lo hizo por su propia cuenta, para dar seguridad al Congreso de la República y al Palacio de Justicia. Y cuando le preguntan quiénes eran los que robaron los expedientes judiciales en esos días, muy suelto de huesos dice: “ah, yo estaba encargado de dar seguridad externa pero no adentro”. Como se recuerda, una revista limeña publicó una foto de varias personas sacando cajas con expedientes del poder judicial, y el general encargado de “dar seguridad” no vio nada. De ripley.

Y, para poner otro ejemplo más: el general José Dueñas Valdivia, conocido en su tiempo por sus ínfulas como “el mariscalito”: comandante general de la segunda región militar, la más importante del país, con sede en Lima, en 1991. Cuando le preguntan si conoció cuándo se produjo la matanza brutal de Barrios Altos, dijo que se había enterado por los periódicos; y que “no le dio mayor importancia porque lo consideraba un atentado como cualquiera”. Eso pensaba el general jefe de una zona donde se había producido una de los más horrendos asesinatos por parte de un grupo del ejército, y lo consideraba como algo normal. Ah, pero este general, no dejaba de ufanarse de haber “liberado las universidades que estaban capturadas por terroristas”, que como el caso de San Marcos “hasta servían para hacer prácticas de tiro”.

Después de escuchar estas barrabasadas, uno se pregunta, si ese es el nivel de la gente que tuvo a su cargo la responsabilidad de conducir el ejército, la lucha contra la subversión y finalmente, la seguridad del país?. Con ese tipo de generales, altamente manipulables, y de escaso bagaje intelectual, para un tipo como Montesinos, de hecho fue muy fácil hacerse del poder y convertirlos a todos ellos en una manada de corderos a los que llevó de la mano a firmarles la famosa acta de sujeción. Y de eso, muchos de ellos, parecen vivir orgullosos, siguen en su ley, lejos de la vergüenza e insistiendo en defender y justificar a sus jefes Fujimori, Montesinos y Hermoza Ríos.



sábado, 12 de abril de 2008

Sesenta más uno


Pareciera que fue apenas ayer cuando en medio de eventos de capacitación, CEN y actos deportivos, nos aprestábamos a cumplir nada menos que 60 años desde que nuestra Gloriosa Confederación Campesina del Perú, CCP, fuera fundada por el discípulo del Amauta, Juan Hipólito Pévez.

Ahora, ya nuestra CCP ha pasado la barrera de los sesenta y en un abrir y cerrar de ojos, estamos en los 61, o sesenta más uno, como dicen nuestros paisanos cuando se refieren a la edad. Y si bien, los festejos de hoy no son los mismos que los del año pasado, lo que sí son iguales o quizás más grandes, los retos que sigue teniendo al frente la organización campesina.

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martes, 8 de abril de 2008

Por "la ley del video"


Hace poco menos de ocho años que el país y el mundo, fueron testigos de cómo a través de una inocente cinta de video se lograba echar abajo a, tal vez, la mejor organizada mafia que se había enquistado en el poder y que había convertido al Perú no solo en el paraíso de la corrupción sino en un territorio en la que imperaba una guerra de baja intensidad, guerra sucia o guerra clandestina que arrasó con los derechos humanos, cubiertos por el manto de la impunidad que les daba justamente el enorme poder concentrado en un siniestro triunvirato: Alberto Fujimori, Vladimiro Montesinos y Nicolás Hermoza Ríos, presidente de la República, el primero, súper asesor el segundo, y jefe absoluto del ejército y de la fuerzas armadas, el tercero.

Desde ese 14 de setiembre del 2000, en el que se pudo ver a Montesinos comprando al tristemente célebre congresista tránsfuga Alberto Kouri por 15 mil dólares, muchos cientos de videos han pasado bajo el puente flotando en las nauseabundas aguas de lo que fue la década de la dictadura fujimorista. Gracias a esa afición por grabar videos, la mafia pudo dejar constancia de cómo el país fue convertido en una chacra en la que los denominados poderes públicos, que se supone son el fundamento de la democracia formal, como el Congreso y el Poder Judicial, eran simples apéndices serviles e instrumentos de la corrupción. Y lo hacían no solo con su consentimiento y conocimiento de causa sino hasta con gusto.

En esos videos también se pudo ver cómo prominentes empresarios, incluido el jefe del grupo económico más importante del país, negociaba no solo favores en el sometido poder judicial sino decretos para seguir engordando sus arcas, como lo fue la famosa rebaja de aranceles al trigo, con el cuento de bajar también los precios de los alimentos para favorecer la ilegal re-reelección de Fujimori. Al fin y al cabo, otra forma de robar también al país y brillante manera de hacer empresa y fortuna.

Esos videos que se encargaba de grabar Vladimiro Montesinos y que los compartía con Alberto Fujimori, mostraron también a dueños de diarios y canales de televisión, pasando por la famosa salita del Servicio de Inteligencia Nacional, SIN, y recibiendo millones de dólares por venderse a la mafia; y por allí pasaron, en fin, destacadas artistas y conductoras de televisión que hoy se hacen los locos cuando se habla de los “vladi o fujivideos”.

Lo cierto es que el video se convirtió en el más eficaz acusador de toda esa pléyade que se pasó gritando a los cuatro vientos que gracias a ellos se había salvado al país de la inflación y del terrorismo, pero que tenían bien ocultas millonarias cuentas en bancos extranjeros, como el llamado “general victorioso” Hermoza Ríos quien tuvo que devolver varios millones de dólares; aunque hubo también quien al parecer se cuidó y prefirió llevarse literalmente en peso los millones de dólares que ayer le permitieron sufragar los gastos de la vida de príncipe que llevaba en el exilio japonés, luego en Chile, y ahora mantener una costosa defensa legal.

Por supuesto, que pasado el impacto inicial, mucha gente interesada buscó que de a pocos el contenido de esos videos se vaya relativizando, olvidando. Sin embargo, así como el vladivideo del 2000 dinamitó el reino de la corrupción fujimorista, hoy, de nuevo otro video está a punto de convertirse en uno de los instrumentos claves para demostrar el grado de responsabilidad que tuvo el extraditado y hoy reo de la justicia peruana, Alberto Kenya Fujimori, en los asesinatos que el destacamento Colina cometió bajo su amparo entre noviembre de 1991 hasta julio de 1992, entre ellos, esas barbaries inhumanas que fueron los crímenes de La Cantuta y Barrios Altos.

Si bien no será la prueba determinante, no debe quedar ninguna duda del valor que tendrá para la Sala Penal Especial que juzga al ex dictador, la presentación de los videos que presentó en su calidad de testigo el periodista Umberto Jara en la audiencia del pasado lunes 07 de abril, que contienen el llamado “mensaje” y dos entrevistas que el periodista sostuvo con Santiago Martin Rivas, jefe del criminal destacamento Colina, en el tiempo que éste estuvo en la clandestinidad en el año 2001, mientras Fujimori gozaba de su libertad en el imperio japonés.

La defensa de Fujimori, que sin duda ha calibrado el efecto devastador de esta prueba, repitió la barrabasada de Martin Rivas de que se trataban solo de “ensayos”. Esa argucia se ha derrumbado como se caen las esperanzas de Fujimori de librarse de cárcel, que le provocan depresiones y somnolencia como lo ha afirmado el jefe del Instituto de Medicina Legal que lo atiende. En efecto, en esos videos, Martin Rivas reafirma categóricamente lo que ha viene quedando claro en lo que va del juicio: que Fujimori aprobó la estrategia de la guerra de baja intensidad, guerra clandestina o guerra sucia, mediante la cual, con el pretexto de terminar con el terrorismo, se cometieron brutales asesinatos como Barrios Altos y La Cantuta, que constituyen violaciones a los derechos humanos y delitos de lesa humanidad.

Pues como lo dice en esos videos el jefe de los “Colina”, había que ser ingenuo –si no estúpido- para creer que todo lo que Fujimori, Montesinos y Hermoza Ríos hicieron para encubrir estas barbaries, como la farsa del juicio militar y Ley de Amnistía, era solo para encubrir a un mayor del ejército. En realidad se estaban protegiendo ellos mismos. Lo que no pensaron era que de nuevo, al igual que en setiembre del 2000, la “ley del video”, podía terminar hundiéndolos, y esta vez definitivamente.