Hace poco menos de ocho años que el país y el mundo, fueron testigos de cómo a través de una inocente cinta de video se lograba echar abajo a, tal vez, la mejor organizada mafia que se había enquistado en el poder y que había convertido al Perú no solo en el paraíso de la corrupción sino en un territorio en la que imperaba una guerra de baja intensidad, guerra sucia o guerra clandestina que arrasó con los derechos humanos, cubiertos por el manto de la impunidad que les daba justamente el enorme poder concentrado en un siniestro triunvirato: Alberto Fujimori, Vladimiro Montesinos y Nicolás Hermoza Ríos, presidente de la República, el primero, súper asesor el segundo, y jefe absoluto del ejército y de la fuerzas armadas, el tercero.
Desde ese 14 de setiembre del 2000, en el que se pudo ver a Montesinos comprando al tristemente célebre congresista tránsfuga Alberto Kouri por 15 mil dólares, muchos cientos de videos han pasado bajo el puente flotando en las nauseabundas aguas de lo que fue la década de la dictadura fujimorista. Gracias a esa afición por grabar videos, la mafia pudo dejar constancia de cómo el país fue convertido en una chacra en la que los denominados poderes públicos, que se supone son el fundamento de la democracia formal, como el Congreso y el Poder Judicial, eran simples apéndices serviles e instrumentos de la corrupción. Y lo hacían no solo con su consentimiento y conocimiento de causa sino hasta con gusto.
En esos videos también se pudo ver cómo prominentes empresarios, incluido el jefe del grupo económico más importante del país, negociaba no solo favores en el sometido poder judicial sino decretos para seguir engordando sus arcas, como lo fue la famosa rebaja de aranceles al trigo, con el cuento de bajar también los precios de los alimentos para favorecer la ilegal re-reelección de Fujimori. Al fin y al cabo, otra forma de robar también al país y brillante manera de hacer empresa y fortuna.
Esos videos que se encargaba de grabar Vladimiro Montesinos y que los compartía con Alberto Fujimori, mostraron también a dueños de diarios y canales de televisión, pasando por la famosa salita del Servicio de Inteligencia Nacional, SIN, y recibiendo millones de dólares por venderse a la mafia; y por allí pasaron, en fin, destacadas artistas y conductoras de televisión que hoy se hacen los locos cuando se habla de los “vladi o fujivideos”.
Lo cierto es que el video se convirtió en el más eficaz acusador de toda esa pléyade que se pasó gritando a los cuatro vientos que gracias a ellos se había salvado al país de la inflación y del terrorismo, pero que tenían bien ocultas millonarias cuentas en bancos extranjeros, como el llamado “general victorioso” Hermoza Ríos quien tuvo que devolver varios millones de dólares; aunque hubo también quien al parecer se cuidó y prefirió llevarse literalmente en peso los millones de dólares que ayer le permitieron sufragar los gastos de la vida de príncipe que llevaba en el exilio japonés, luego en Chile, y ahora mantener una costosa defensa legal.
Por supuesto, que pasado el impacto inicial, mucha gente interesada buscó que de a pocos el contenido de esos videos se vaya relativizando, olvidando. Sin embargo, así como el vladivideo del 2000 dinamitó el reino de la corrupción fujimorista, hoy, de nuevo otro video está a punto de convertirse en uno de los instrumentos claves para demostrar el grado de responsabilidad que tuvo el extraditado y hoy reo de la justicia peruana, Alberto Kenya Fujimori, en los asesinatos que el destacamento Colina cometió bajo su amparo entre noviembre de 1991 hasta julio de 1992, entre ellos, esas barbaries inhumanas que fueron los crímenes de La Cantuta y Barrios Altos.
Si bien no será la prueba determinante, no debe quedar ninguna duda del valor que tendrá para la Sala Penal Especial que juzga al ex dictador, la presentación de los videos que presentó en su calidad de testigo el periodista Umberto Jara en la audiencia del pasado lunes 07 de abril, que contienen el llamado “mensaje” y dos entrevistas que el periodista sostuvo con Santiago Martin Rivas, jefe del criminal destacamento Colina, en el tiempo que éste estuvo en la clandestinidad en el año 2001, mientras Fujimori gozaba de su libertad en el imperio japonés.
La defensa de Fujimori, que sin duda ha calibrado el efecto devastador de esta prueba, repitió la barrabasada de Martin Rivas de que se trataban solo de “ensayos”. Esa argucia se ha derrumbado como se caen las esperanzas de Fujimori de librarse de cárcel, que le provocan depresiones y somnolencia como lo ha afirmado el jefe del Instituto de Medicina Legal que lo atiende. En efecto, en esos videos, Martin Rivas reafirma categóricamente lo que ha viene quedando claro en lo que va del juicio: que Fujimori aprobó la estrategia de la guerra de baja intensidad, guerra clandestina o guerra sucia, mediante la cual, con el pretexto de terminar con el terrorismo, se cometieron brutales asesinatos como Barrios Altos y La Cantuta, que constituyen violaciones a los derechos humanos y delitos de lesa humanidad.
Pues como lo dice en esos videos el jefe de los “Colina”, había que ser ingenuo –si no estúpido- para creer que todo lo que Fujimori, Montesinos y Hermoza Ríos hicieron para encubrir estas barbaries, como la farsa del juicio militar y Ley de Amnistía, era solo para encubrir a un mayor del ejército. En realidad se estaban protegiendo ellos mismos. Lo que no pensaron era que de nuevo, al igual que en setiembre del 2000, la “ley del video”, podía terminar hundiéndolos, y esta vez definitivamente.
Desde ese 14 de setiembre del 2000, en el que se pudo ver a Montesinos comprando al tristemente célebre congresista tránsfuga Alberto Kouri por 15 mil dólares, muchos cientos de videos han pasado bajo el puente flotando en las nauseabundas aguas de lo que fue la década de la dictadura fujimorista. Gracias a esa afición por grabar videos, la mafia pudo dejar constancia de cómo el país fue convertido en una chacra en la que los denominados poderes públicos, que se supone son el fundamento de la democracia formal, como el Congreso y el Poder Judicial, eran simples apéndices serviles e instrumentos de la corrupción. Y lo hacían no solo con su consentimiento y conocimiento de causa sino hasta con gusto.
En esos videos también se pudo ver cómo prominentes empresarios, incluido el jefe del grupo económico más importante del país, negociaba no solo favores en el sometido poder judicial sino decretos para seguir engordando sus arcas, como lo fue la famosa rebaja de aranceles al trigo, con el cuento de bajar también los precios de los alimentos para favorecer la ilegal re-reelección de Fujimori. Al fin y al cabo, otra forma de robar también al país y brillante manera de hacer empresa y fortuna.
Esos videos que se encargaba de grabar Vladimiro Montesinos y que los compartía con Alberto Fujimori, mostraron también a dueños de diarios y canales de televisión, pasando por la famosa salita del Servicio de Inteligencia Nacional, SIN, y recibiendo millones de dólares por venderse a la mafia; y por allí pasaron, en fin, destacadas artistas y conductoras de televisión que hoy se hacen los locos cuando se habla de los “vladi o fujivideos”.
Lo cierto es que el video se convirtió en el más eficaz acusador de toda esa pléyade que se pasó gritando a los cuatro vientos que gracias a ellos se había salvado al país de la inflación y del terrorismo, pero que tenían bien ocultas millonarias cuentas en bancos extranjeros, como el llamado “general victorioso” Hermoza Ríos quien tuvo que devolver varios millones de dólares; aunque hubo también quien al parecer se cuidó y prefirió llevarse literalmente en peso los millones de dólares que ayer le permitieron sufragar los gastos de la vida de príncipe que llevaba en el exilio japonés, luego en Chile, y ahora mantener una costosa defensa legal.
Por supuesto, que pasado el impacto inicial, mucha gente interesada buscó que de a pocos el contenido de esos videos se vaya relativizando, olvidando. Sin embargo, así como el vladivideo del 2000 dinamitó el reino de la corrupción fujimorista, hoy, de nuevo otro video está a punto de convertirse en uno de los instrumentos claves para demostrar el grado de responsabilidad que tuvo el extraditado y hoy reo de la justicia peruana, Alberto Kenya Fujimori, en los asesinatos que el destacamento Colina cometió bajo su amparo entre noviembre de 1991 hasta julio de 1992, entre ellos, esas barbaries inhumanas que fueron los crímenes de La Cantuta y Barrios Altos.
Si bien no será la prueba determinante, no debe quedar ninguna duda del valor que tendrá para la Sala Penal Especial que juzga al ex dictador, la presentación de los videos que presentó en su calidad de testigo el periodista Umberto Jara en la audiencia del pasado lunes 07 de abril, que contienen el llamado “mensaje” y dos entrevistas que el periodista sostuvo con Santiago Martin Rivas, jefe del criminal destacamento Colina, en el tiempo que éste estuvo en la clandestinidad en el año 2001, mientras Fujimori gozaba de su libertad en el imperio japonés.
La defensa de Fujimori, que sin duda ha calibrado el efecto devastador de esta prueba, repitió la barrabasada de Martin Rivas de que se trataban solo de “ensayos”. Esa argucia se ha derrumbado como se caen las esperanzas de Fujimori de librarse de cárcel, que le provocan depresiones y somnolencia como lo ha afirmado el jefe del Instituto de Medicina Legal que lo atiende. En efecto, en esos videos, Martin Rivas reafirma categóricamente lo que ha viene quedando claro en lo que va del juicio: que Fujimori aprobó la estrategia de la guerra de baja intensidad, guerra clandestina o guerra sucia, mediante la cual, con el pretexto de terminar con el terrorismo, se cometieron brutales asesinatos como Barrios Altos y La Cantuta, que constituyen violaciones a los derechos humanos y delitos de lesa humanidad.
Pues como lo dice en esos videos el jefe de los “Colina”, había que ser ingenuo –si no estúpido- para creer que todo lo que Fujimori, Montesinos y Hermoza Ríos hicieron para encubrir estas barbaries, como la farsa del juicio militar y Ley de Amnistía, era solo para encubrir a un mayor del ejército. En realidad se estaban protegiendo ellos mismos. Lo que no pensaron era que de nuevo, al igual que en setiembre del 2000, la “ley del video”, podía terminar hundiéndolos, y esta vez definitivamente.
1 comentario:
Creo que la mayoría de los peruanos esperamos que en nombre de la justicia se castigue a quienes destruyeron nuestro país, como lo hizo Fujimori y su banda. El último video de Martín Rivas fue contundente respecto a la culpabilidad del ex presidente, aunque el abogado defensor siga insistiendo que lo visto es sólo un ensayo, o sea que lo negro es blanco y lo blanco es negro como dicen por ahí.
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