En las últimas audiencias del megajuicio al ayer fugitivo, luego extraditado, juzgado y ahora condenado Alberto Kenya Fujimori, han desfilado algunos de los generales que fueron parte de la corrupta cúpula que permitió el avasallamiento de ejército; de los que fueron parte de uno de los capítulos más oprobiosos de la fuerza armada nacional. Y fueron, cómo no, como testigos de descargo, es decir, llevados por la defensa del reo, para ver cómo ayudan a salvar a su jefe, o mejor dicho a sus jefes, porque creen que así ayudan también a Montesinos y a Hermoza Ríos.
Y luego de escuchar a estos generales, y verlos navegar en el mar de la incoherencia, sumergirse en los bajos fondos de su inconsistencia profesional y ética, hacer una penosa imitación cantinflesca para ocultar lo que es evidente o justificar lo injustificable, es fácil darse cuenta cómo un delincuente como Vladimiro Montesinos pudo someter a toda una institución castrense.
Qué se puede decir de elementos como César Ramal Pesantes, jefe de la División de Operaciones del Comando Conjunto de la Fuerza Armada en el año 91, ufanarse de haber aplicado una supuesta política de estricto respeto a los derechos humanos en la guerra contra la subversión, y que cuando le preguntan cómo así sucedió el crimen de Barrios Altos, solo responde “no se, desconozco”; o sobre el grupo Colina, sostener que “desconozco si eran del ejército”.
Qué decir de ese patético general Luis Rojas Neyra, jefe de la 18ava División Blindada en 1992, que cuando le preguntaron quién le dio la orden de sacar los tanques en la noche del 5 de abril, respondió que él no necesitaba órdenes, y que como “profesional de la guerra”, al escuchar el mensaje golpista de Fujimori lo hizo por su propia cuenta, para dar seguridad al Congreso de la República y al Palacio de Justicia. Y cuando le preguntan quiénes eran los que robaron los expedientes judiciales en esos días, muy suelto de huesos dice: “ah, yo estaba encargado de dar seguridad externa pero no adentro”. Como se recuerda, una revista limeña publicó una foto de varias personas sacando cajas con expedientes del poder judicial, y el general encargado de “dar seguridad” no vio nada. De ripley.
Y, para poner otro ejemplo más: el general José Dueñas Valdivia, conocido en su tiempo por sus ínfulas como “el mariscalito”: comandante general de la segunda región militar, la más importante del país, con sede en Lima, en 1991. Cuando le preguntan si conoció cuándo se produjo la matanza brutal de Barrios Altos, dijo que se había enterado por los periódicos; y que “no le dio mayor importancia porque lo consideraba un atentado como cualquiera”. Eso pensaba el general jefe de una zona donde se había producido una de los más horrendos asesinatos por parte de un grupo del ejército, y lo consideraba como algo normal. Ah, pero este general, no dejaba de ufanarse de haber “liberado las universidades que estaban capturadas por terroristas”, que como el caso de San Marcos “hasta servían para hacer prácticas de tiro”.
Después de escuchar estas barrabasadas, uno se pregunta, si ese es el nivel de la gente que tuvo a su cargo la responsabilidad de conducir el ejército, la lucha contra la subversión y finalmente, la seguridad del país?. Con ese tipo de generales, altamente manipulables, y de escaso bagaje intelectual, para un tipo como Montesinos, de hecho fue muy fácil hacerse del poder y convertirlos a todos ellos en una manada de corderos a los que llevó de la mano a firmarles la famosa acta de sujeción. Y de eso, muchos de ellos, parecen vivir orgullosos, siguen en su ley, lejos de la vergüenza e insistiendo en defender y justificar a sus jefes Fujimori, Montesinos y Hermoza Ríos.
Y luego de escuchar a estos generales, y verlos navegar en el mar de la incoherencia, sumergirse en los bajos fondos de su inconsistencia profesional y ética, hacer una penosa imitación cantinflesca para ocultar lo que es evidente o justificar lo injustificable, es fácil darse cuenta cómo un delincuente como Vladimiro Montesinos pudo someter a toda una institución castrense.
Qué se puede decir de elementos como César Ramal Pesantes, jefe de la División de Operaciones del Comando Conjunto de la Fuerza Armada en el año 91, ufanarse de haber aplicado una supuesta política de estricto respeto a los derechos humanos en la guerra contra la subversión, y que cuando le preguntan cómo así sucedió el crimen de Barrios Altos, solo responde “no se, desconozco”; o sobre el grupo Colina, sostener que “desconozco si eran del ejército”.
Qué decir de ese patético general Luis Rojas Neyra, jefe de la 18ava División Blindada en 1992, que cuando le preguntaron quién le dio la orden de sacar los tanques en la noche del 5 de abril, respondió que él no necesitaba órdenes, y que como “profesional de la guerra”, al escuchar el mensaje golpista de Fujimori lo hizo por su propia cuenta, para dar seguridad al Congreso de la República y al Palacio de Justicia. Y cuando le preguntan quiénes eran los que robaron los expedientes judiciales en esos días, muy suelto de huesos dice: “ah, yo estaba encargado de dar seguridad externa pero no adentro”. Como se recuerda, una revista limeña publicó una foto de varias personas sacando cajas con expedientes del poder judicial, y el general encargado de “dar seguridad” no vio nada. De ripley.
Y, para poner otro ejemplo más: el general José Dueñas Valdivia, conocido en su tiempo por sus ínfulas como “el mariscalito”: comandante general de la segunda región militar, la más importante del país, con sede en Lima, en 1991. Cuando le preguntan si conoció cuándo se produjo la matanza brutal de Barrios Altos, dijo que se había enterado por los periódicos; y que “no le dio mayor importancia porque lo consideraba un atentado como cualquiera”. Eso pensaba el general jefe de una zona donde se había producido una de los más horrendos asesinatos por parte de un grupo del ejército, y lo consideraba como algo normal. Ah, pero este general, no dejaba de ufanarse de haber “liberado las universidades que estaban capturadas por terroristas”, que como el caso de San Marcos “hasta servían para hacer prácticas de tiro”.
Después de escuchar estas barrabasadas, uno se pregunta, si ese es el nivel de la gente que tuvo a su cargo la responsabilidad de conducir el ejército, la lucha contra la subversión y finalmente, la seguridad del país?. Con ese tipo de generales, altamente manipulables, y de escaso bagaje intelectual, para un tipo como Montesinos, de hecho fue muy fácil hacerse del poder y convertirlos a todos ellos en una manada de corderos a los que llevó de la mano a firmarles la famosa acta de sujeción. Y de eso, muchos de ellos, parecen vivir orgullosos, siguen en su ley, lejos de la vergüenza e insistiendo en defender y justificar a sus jefes Fujimori, Montesinos y Hermoza Ríos.