viernes, 11 de septiembre de 2009

Ocurrió un 11 de setiembre


El 11 de setiembre es una fecha imborrable, fatídica y ojalá, pueda ser también irrepetible. Es de aquellas que marcan a fuego a la humanidad, y las que seguramente, esa misma humanidad – o lo más sano y digno que aún queda de ella- quisiera que nunca hubieran encerrado los acontecimientos funestos que con que están signadas.

El primer 11 de setiembre que ensombreció las conciencias democráticas de América Latina y el mundo, ocurrió en 1973. Ese día, asesinaron su cuerpo; pero su espíritu y su memoria pasaron a ser inmortales. Salvador Allende, el “futuro Presidente de Chile”, como él mismo alguna vez se denominó luego de perder tres elecciones presidenciales consecutivas, empezó ese 11 de setiembre de hace 36 años, a transitar por las amplias alamedas de la inmortalidad, y por ello, hoy está presente, sigue vivo y vigente.

Su verdugo, en cambio, no solo fue abominado cuando estuvo vivo por haber bañado en sangre al pueblo chileno; hoy, las conciencias sanas del mundo lo repudian, ya no solo por asesino y violador de derechos humanos, sino también por ladrón; y por eso, ha pasado a ser escoria de la historia.

El segundo 11 de setiembre, es más reciente, y por eso tal vez el que más se recuerde; o el que más presencia tenga en los medios, pues fue un ataque impensado al corazón financiero de la primera potencia económica y militar de la historia. Ese 11 de setiembre del 2001 quedará también impregnado en la retina de quienes vimos por la televisión derrumbarse en medio del fuego las hasta entonces imponentes, soberbias y desafiantes Torres Gemelas de Nueva York. El condenable ataque perpetrado por las huestes de Al Qaeda de Osama Ben Laden, provocó una serie de consecuencias que hasta hoy siguen pagando pueblos que curiosamente nada tuvieron que ver con los hechos y mucho menos con los casi tres mil muertos inocentes.

A 36 y 8 años respectivamente de ambos sucesos y en la perspectiva histórica, y aunque pareciera forzado decirlo, en realidad esos dos acontecimientos están relacionados. En los dos 11-S, estuvo presente, no el pueblo, sino las castas gobernantes norteamericanas. Lo que soterradamente se conocía o en algunos casos ingenuamente apenas se sospechaba, se ha confirmado más de 30 años después: el sangriento y abominable golpe que no solo se cobró la vida de Salvador Allende y sino de miles de chilenos, fue ideado, preparado, financiado y ejecutado por las fuerzas más siniestras que gobernaban los Estados Unidos.

Y en lo que respecta a las Torres Gemelas, el ataque fue una respuesta demencial a la política no menos demencial que desarrolla EEUU contra las naciones árabes y musulmanes que no se sujetan a sus designios; y que ha tenido una de sus más nefastas manifestaciones durante los dos gobiernos del tristemente célebre Geroge W. Bush, aquel fanático conservador y tan fundamentalista como Ben Laden, que creía recibir órdenes de Dios para sus dar rienda suelta a sus estupideces.

En el caso de Chile, Estados Unidos propició el golpe para frenar a lo que consideraban su más peligroso enemigo: el “comunismo internacional”. En el segundo, Estados Unidos recibió el golpe de quienes considera ahora su ultra acérrimo adversario: el “terrorismo internacional”, que según ellos representan ahora los árabes y musulmanes. Es decir, dos “enemigos” creados desde las entrañas siniestras de los servicios de seguridad norteamericanos.

Ahora, que las fuerzas militares del país más poderoso de la tierra tienen que marcharse de Irak, y que están en serios problemas en Afganistán, el pico de los halcones ha girado de nuevo hacia América Latina. Justo cuando en muchos países hermanos hay gobernantes que están dispuestos a marcar distancia de las políticas imperialistas norteamericanas y se acercan más bien, con mayor o menos matiz, a los ideales que preconizó Salvador Allende.

Y ya empezamos a ver las primeras consecuencias de esa nueva intromisión norteamericana, que algunos necios no quieren ver: golpe de Estado en Honduras, bases militares en Colombia y riesgo de guerras entre países hermanos, ataques orquestados contra los gobiernos de Venezuela y Bolivia, por mencionar los más visibles. Y repito, aunque para muchos pueda parecer forzado relacionar estos hechos, lo cierto es que las sombras del 11 de setiembre parecen proyectarse amenazantes de nuevo sobre los destinos de América Latina, y es un deber ineludible evitar que esas tragedias se repitan, pues nadie quiere más 11-S.

Las “armas” de Alan García

Alan García pretende hacernos creer que está preocupado por la carrera armamentista de algunos países sudamericanos. Y los grandes medios, sobre todo gran parte de la televisión, quieren convencernos de que Alan García es ahora el adalid de la paz en la región. Dice que le preocupa el armamentismo de países como Chile y Venezuela, y que es una vergüenza que se gasten miles de millones de dólares en armas.

¿Recién se ha dado cuenta Alan García de la carrera armamentista chilena?, qué, acaso tuvo una extraña lucidez mental días antes de la cumbre de UNASUR que le permitió descubrir que Chile gasta desde hace muchos años miles de millones de dólares en sofisticado armamento y que eso es una vergüenza pues con esos millones se puede luchar contra el hambre y la pobreza?.

Alan García nunca ha sido amigo de la coherencia, no por ingenuidad ni por inocencia política, sino por conveniencia política. Alan sabe que desde mucho antes de la infausta guerra del Pacífico, los vecinos del sur, han tenido como política de Estado, armarse hasta los dientes para posibilitar su histórico expansionismo.

Pero sabiendo eso, no ha tenido ningún empacho no solo en halagar la bonanza económica chilena, sino lo que es peor, en este su segundo gobierno se ha dedicado a otorgar a Chile todas las ventajas posibles que han permitido que se vayan apoderando de sectores estratégicos de la economía peruana, convirtiéndose así en un digno seguidor –también en eso- de las políticas del corrupto gobierno fujimorista.

El último presente del gobierno de Alan García a Chile ha sido el entreguista e inconstitucional TLC que negoció directa y personalmente con su par chilena y que impidió que pasara por el Congreso de la República. Además , no se ha cansado de enviar cartas a los grandes empresarios chilenos, poniéndoles en bandeja su ingreso a la economía nacional para que sigan adueñándose del país.

Y tenemos que suponer, que Alan García sabe perfectamente, que si los chilenos se siguen armando hasta los dientes, no lo hacen para pretender quitarnos territorios, ni siquiera para pelear por el pedazo de mar que vienen usufructuando ilegalmente y que ha motivado la denuncia en la Corte de la Haya ; esas son pamplinas para los chilenos.

Alan García tiene que saber y de hecho lo sabe, que si los chilenos se han gastado miles de millones de dólares en poderosas armas –dinero proveniente del cobre, que aquí en nuestro país está en manos extranjeras- es para defender los otros miles de millones de dólares que los grandes empresarios chilenos, vinculados por supuesto a la conservadora derecha política y económica pinochetista, han invertido en nuestro país.

Y precisamente, uno de los grandes responsables –no el único- es precisamente Alan García, que hoy pretende rasgarse las vestiduras por las armas que compran los chilenos, y de paso aprovecha para golpear también al gobierno venezolano. En realidad, a García poco le interesan las armas que compran los vecinos del sur. En realidad, las utilizó como pretexto para pretender desviar la atención de la cumbre de UNASUR que debió discutir y tomar una posición más firme frente a las otras armas que sí son una amenaza para toda la paz en Sudamérica, como son las siete bases que el gobierno servil de Colombia que preside Alvaro Uribe, va a entregar a los militares norteamericanos.

Y de paso, también ha pretendido levantar en algo su alicaída aprobación en la opinión pública peruana por una serie de atrocidades que ha cometido su gobierno y que tienen que ver justamente con el manejo de las armas, a lo que siempre ha sido proclive el gobierno de García Pérez. Bagua ha sido su más reciente marca, pero hay otras tan o más graves por las que algún día tendrá que rendir cuentas, y que también tienen que ver con armas, como las masacres de los penales y otras matanzas que se cometieron durante su primer gobierno.