Aunque por diversas causas pero con idénticas y devastadoras consecuencias dos países hermanos afrontan situaciones críticas que requieren de las conciencias democráticas latinoamericanas una demostración definitiva de que la solidaridad es una necesidad ética e impostergable; y digo Latinoamérica, porque justamente es el momento de mostrar una vez que en estas tierras la solidaridad permitió la existencia de civilizaciones milenarias y fraternas.
Desde hace unas semanas, Cuba, la pequeña isla cuya grandeza solidaria es reconocida en todo el mundo, ha sufrido el embate destructor de varios huracanes, que como bien lo ha señalado su máximo líder revolucionario, Fidel Castro, ha tenido el efecto de una bomba atómica. Solo que felizmente, esta vez, los daños millonarios han sido materiales y con una mínima cantidad de víctimas humanas mortales, pues a diferencia de otros países hermanos que sufren la temporada ciclónica, si algo caracteriza al gobierno cubano, es la defensa de la vida humana. Por ello, es unánime el reconocimiento a su sistema de prevención de desastres, sobre todo, insisto en defender las vidas humanas.
Cuba, tras el paso del último huracán, Ike, ha quedado debastada y requiere ayuda urgente de todo tipo, desde alimentos hasta ropa pasando por medicina; y muchos países, muchos de ellos pequeños y desconocidos, ya han acudido con su ayuda. Venezuela, Brasil, también lo están haciendo. En nuestro país, el ex congresista Javier Diez Canseco viene impulsando una campaña de ayuda urgente para la isla solidaria.
Algunas veces escuché decir que cuando en mayo de 1970, se produjo el terrible terremoto que asoló el Callejón de Huaylas y Chimbote, entre otros pueblos, el primero que acudió a donar sangre para enviar a nuestro país, fue el mismísimo Fidel. Hace poco nomás, en agosto del año pasado, cuando se produjo del terremoto del sur, el gobierno cubano envió una brigada de médicos y un hospital de campaña para ayudar a nuestros hermanos damnificados. Y aunque no se trate de recordar una serie de hechos que muestran la proverbial solidaridad cubana, no está demás recordar, que aún con sus precarios recursos, en Cuba se forman hoy mismo, más de mil futuros médicos peruanos. Es pues el momento de ser solidarios con un país, que siempre ha demostrado estar dispuesto a dar, no lo que le sobra, sino lo que también es para ellos una necesidad.
El otro hermano país que requiere otro tipo de solidaridad, está aquí a nuestro lado, Bolivia, víctima no de un ciclón natural, sino de una campaña fascista desestabilizadora orquestada por el gobierno norteamericano, que no contento con haber inundado de sangre Irak, ahora quiere hacer lo mismo con un pueblo cuyo único delito ha sido, en ejercicio de sus justos derechos, poner en el gobierno a un indio, un campesino aymara, que pretende hacer justicia con las mayorías empobrecidas y excluidas por sucesivos gobiernos corruptos. Y por supuesto, eso no le gusta a quien se cree el amo del mundo.
Como lo han denunciado los representantes del gobierno boliviano, este golpe que impulsa EEUU se inició en octubre de 2006 cuando envió de embajador en Bolivia a Philip Goldberg, un experto en alentar conflictos separatistas, que en los años de 1994 y 1996 fue jefe de la Oficina del Departamento de Estado para Bosnia, donde se produjo una guerra separatista; y luego entre el 2004 y 2006, estuvo en Kosovo, donde también consolidó la separación de la región de Pristina con un costo de miles de muertos. Pues lo que sucede ahora en Bolivia, es parte de la especialidad de este señor, y por ello ha sido expulsado por el gobierno de Evo Morales, en un gesto digno y soberano.
Ya no queda duda que la misión de Philip Goldberg de desestabilizar e impulsar una campaña separatistas ha llegado a un punto crucial, y para ello cuenta con el apoyo de las clases políticas neoliberales bolivianas que no aceptan los cambios sociales que apuntan a superar la pobreza y la miseria de la mayoría del pueblo boliviano. Y en el objetivo de derrocar al gobierno popular de Evo Morales, el gobierno de EEUU está dispuesto a repetir lo que hizo hace 35 años, el 11 de setiembre de 1973, en Chile cuando apoyó la instauración de la dictadura asesina de Pinochet derrocando al gobierno de Salvador Allende. Y ante esa amenaza, la solidaridad con el gobierno y el pueblo boliviano debe manifestarse de también de manera urgente.
Y a propósito de lo que sucede en Bolivia, es importante recordar lo que un visionario César Hildebrandt advirtiera el 29 de noviembre del 2007, al referirse a Bolivia en su columna en un diario limeño, titulada “Qué estará haciendo la CIA”, en la que rememoraba toda la inmundicia en la que estuvo metida a lo largo de su historia, y lo transcribo textualmente: “Todas estas cosas me han venido a la cabeza pensando en el baño de sangre que la derecha boliviana está solicitando para librarse de Evo Morales. ¿De qué cosas conspiradas por la CIA nos enteraremos cuando sea demasiado tarde?. Yo he visto a la CIA en “El Mercurio” de Santiago, en la guerra civil de El Salvador, en la batalla de Managua. Sé lo que hicieron en Guatemala y en el Congo, en Cuba y en la Inglaterra de Wilson y Heath. ¿A cuántas plumas estarán afilando en Sucre? ¿Detrás de cuántas siglas cambas estará su zarpa? América Latina –lo adivino: ojalá me equivoque– asistirá impasible a la ejecución de la democracia boliviana. Una vez más”. Hildebrandt ha tenido razón una vez más, aunque felizmente se equivocó en lo último: esta vez, América Latina, encabezada por Brasil, Chile y Venezuela, han salido a decirle al imperialismo norteamericano que no tolerarán la ruptura del ordenamiento institucional boliviano, y por ello, no solo se han expulsado a los embajadores norteamericanos de Bolivia y Venezuela, sino que se convocó a la reunión de los países de la Unión Sudamericana, UNASUR, para ayudar a resolver la crisis boliviana, un gesto sin duda solidario.
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