Llegaron luciendo sus trajes típicos con pollera y sombrero, muchas con sus hijos a cuestas; a pesar de las largas horas de viaje, el cansancio no lograba opacar ni menos ocultar el entusiasmo que se expresaba en su idioma materno, el quechua, que fluía pícaro y coqueto de los labios de aquellas mujeres, herederas como ellas mismas se reclaman de la heroína Micaela Bastidas.
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